Una no felicitación navideña

En estas fechas tan señaladas (más que nada por la huella que dejan en uno, que según pasan los años es cada vez más profunda) en que las frases tienen que ser amables, los cariños mucho más fuertes que de costumbre, la ternura rebosante en todos y cada uno de nosotros, los corazones rítmicos y plagados de amor, la bondad sobresaliente en su grado sumo, la felicidad mucho más marcada porque sí, en que el niño que dicen que llevamos dentro hay que sacarlo hacia fuera por narices, en que un correo sí y otro también son felicitaciones, en que incluso queremos al jefe aunque un día antes y otro después de las fechas estas sea un pedazo mamón y nos haga la vida imposible, en que el compañero odioso te envía un mail diciendo que pases unas felices navidades y tú hasta igual se lo agradeces y le mandas otro, en estos días en que todo, absolutamente todo, es amor y felicidad, quisiera yo decir unas palabritas:


-Odio las felicitaciones navideñas.
-No me creo nada del montaje.
-Cojo kilos porque sí y luego no hay dios que me los quite.
-La lotería no me toca ni de coña.
-El jefe, si es mamón, lo será hoy, el día de navidad, el de reyes y todos los días en que siga siendo jefe. Y a partir de ahí probablemente también.
-No pienso comprarme un puñetero vestidito para cenar en nochevieja.
-Si los reyes existieran habrían terminado ya por dejar el cargo, porque vaya tela el currele que tienen las criaturas, aunque sea sólo una vez al año.
-Y, para colmo de males, otra vez el dichoso mensajito de nochebuena del otro rey, que ya podía cambiar de “guionista” con el dinero de todos los españoles.

Así que os pido encarecidamente, aunque no se ha dado el caso aún por vuestra parte, lectores míos, que no me mandéis una puñetera felicitación más, que se me va a terminar por atascar el correo y tengo ya las orejas de tanta cancioncita navideña pa Cuenca, porque para terminar de joderme, todos los correos llevan incorporado el dichoso villancico de las narices. Y es una pena que este blog no lo lea el de la inmobiliaria de enfrente de la oficina, que estoy de su papá Noel cantarín hasta el mismísimo gorro. Que mira que canta mal el muy cabroncete. Ya le podían jubilar al muñeco tamaño 1,90, que le llevo conociendo igual de pesado casi diez años. Y no ha aprendido el muy capullo ni un solo villancico diferente en todo este tiempo.

Cualquier día que pase por allí le quito al jodío gordito relleno las pilas y me quedo tan pancha.

Y no os digo que tengáis unas felices fiestas porque seguro que sin ellas lo pasábais mejor. Además, es que no me sale!