Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

viernes, 25 de febrero de 2011

La rubia del bar

La niña está para comérsela...

Los pájaros, de Pixar

Son auténticos

jueves, 24 de febrero de 2011

Creación de las placas tectónicas

Pensé siempre que la cosa fue mucho más liosa, pero no... de lo más simple y comprensible. Vamos, que hasta los muchachillos lo van a entender

lunes, 21 de febrero de 2011

Jubilaciones docentes

¡Menuda marcha la de los profes allá por 2040...!!!


viernes, 18 de febrero de 2011

¿QUÉ ES EL ÉXITO?


A los 3 años, no mearse

A los 6 años, recordar lo que hiciste en el día

A los 12 años, tener muchos amigos

A los 18 años, tener carné de conducir

A los 20 años, tener relaciones sexuales

A los 35 años, tener mucho dinero

A los 50 años, tener muchísimo dinero

A los 65 años, tener relaciones sexuales

A los 70 años, tener carné de conducir

A los 75 años, tener muchos amigos

A los 80 años, recordar lo que hiciste en el día

A los 85 años, no mearse






Hay que fastidiarse…¡las vueltas que da la vida!

El cuerpo

Sus curiosidades más curiosas (y valga la redundancia redundante)


martes, 15 de febrero de 2011

LOS SOFASES (CAPÍTULO CHORROCIENTOS Y PROBABLEMENTE NO EL ÚLTIMO)

Pensaréis que me he olvidado de mis magníficos sofases, esos que se llevaron la palma en cuanto a número de entradas dedicadas exclusivamente a ellos. Debo deciros que estáis de lo más equivocados. No los olvido por cuanto tengo mi culo justo encima de uno de ellos, del más grande. Siguen sin gustarme. Pero nada de nada. Creo que por algún sitio dije que hasta les había puesto fundas por aquello de no cruzarme con su cruel realidad. Si fue así, no dije mentira alguna, pues fundas tienen y no les pongo más porque no parezcan ya la repanocha enfundada.


Creo que si me animo los voy a poner en venta. Podéis incluso publicitármelos. De hecho podéis hasta enseñar foto de ellos, que por algún sitio del blog está, al menos, una. Y recién compraditos y sin fundas. Digamos que como el sofalero los trajo al mundo, sin vicios y con toda su inocencia.

Algo me quedó claro de entonces: que no compraba una sola cosa más con flores, salvo las que vengan en maceta, macetero, jardinera, jarrón o similar. Mira que compré cojines a juego por aquello de darles a los sofases algo de vidilla, de calorcito (ese que yo no les supe dar), pero es que ni por esas. Me ha pasado con ellos como me pasa con las personas que de buenas a primeras me entran fatal y ya pueden ser cielos auténticos, que para mí son como verdaderos demoños. Pues cabalito con mis sofases.

Y mira que intento sacar lo positivo de casi todo. Y entonces me dije: si el Mota haciendo de Rubalcaba, con sus manitas decía que tié que haber incluso en los escondrijos de los sofales, yo, por mucho que meto mis manos en los entresijos de los susodichos, no saco más que pelusillas y dolor de muñeca de tanto ahondar y hurgar.

Terminé incluso por bajar a mi habitación uno de los relax destrozaditos de la buhardilla que antes tenía su lugar donde hoy están los dos sofases floreados espantosos. Y la mar de agustirrinín que estoy yo en él: naranjita, lleno de arañazos de Frodo, con parches que no logran tapar los agujeritos hechos con las uñas del minino mamón, hecho unos zorrillos, pero la mar de cómodo y la mar de mono, de secano, sin flor alguna y del gusto de mamá.

Lo dicho… ¿sabéis de alguien a quien le gusten los sofases estilo zen?


Que no es precisamente lo que me pasa a mí. No hago cuerpo con el sofá. Casi que hago de cuerpo :-)

El viaje de la vida

La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas que creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje. Lamentablemente la verdad es otra. Se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide que se suban otras personas que nos serán muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos para ayudar a quien lo necesite.

Muchos, al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que se levantaron de su asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, los que nos son tan queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga a hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento. No importa, el viaje se hace de este modo: lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo que tengan de mejor.

El gran misterio es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, y mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni tan siquiera el que tenemos sentado al lado nuestro.

Cuando baje del tren, sentiré nostalgia. Separarme de algunos compañeros de viaje será doloroso. Dejar a que mis hijas sigan solas será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlas llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron. Lo que me hará feliz será pensar que colaboré para que su equipaje creciera y se hiciera más valioso.

Hagamos que nuestra estancia en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos lo necesario para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje un buen recuerdo a los que en el viaje permanezcan.

lunes, 14 de febrero de 2011

Fábula

No creo en santos ni en religiones, pero hoy, buscando por la red, encontré una historia, un cuento en que el amor es uno de los protagonistas, y viendo que hoy es el famoso Valentín, pues venga, os lo dedico a los que sí os ilusiona el personaje y lo que lleva consigo:

EL AMOR Y LA LOCURA

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les
propuso: "¿Jugamos al escondite?". La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al escondite?

¿Y cómo es eso?". "Es un juego -explicó la locura- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden. Y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de
ustedes al que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego".

El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e, incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar; la verdad prefirió no esconderse, para qué, si, al final, siempre la hallaban; y la soberbia opinó que era un juego muy tonito, pero en el fondo, lo que le molestaba es que la idea no hubiese sido suya. Y la cobardía... la cobardía prefirió no arriesgarse.

"Uno, dos, tres...", comenzó a contar la locura.

La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer en la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino, ideal para la belleza; que si una rendija de un árbol, perfecto para la timidez; que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, magnífico para la libertad. Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio; lo encontró ventilado, cómodo... pero
eso sí, sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos, ¡mentira! en realidad se escondió detrás del arco iris. Y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. El olvido... ¡se me olvidó dónde
se escondió! pero, bueno, eso no es lo importante.

Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

"Un millón" contó la locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre teología. Y la pasión y el deseo
los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado desde su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la belleza. Y con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.

Así fue encontrando a todos: la mentira detrás del arco iris, ¡mentira! si ella estaba en el fondo del océano; y hasta el olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. Pero, sólo el amor no aparecía por ninguna parte. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada rolluelo del planeta, en la cima de las montañas; y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas, y tomó
una horquilla y comenzó a mover sus ramas. Cuando, de pronto... un doloroso grito se escuchó, Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, 
pidió perdón y hasta prometió ser su Lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el amor es ciego y la locura siempre le acompaña.

domingo, 13 de febrero de 2011

Si no sabes filosofar... pa qué te metes...

Vamos, toda la vida, pasando por etapas que nos hacen crecer y desarrollarnos. Etapas que nos pueden poner en una tesitura de verdadera puñeta o jodienda (con perdón) para en otras hacerlo de modo bastante más llevadero, más al tran tran.
Y en todas, o más bien de todas, aprendemos experiencias nuevas y por ende, reacciones nuevas con las que salir del paso, y que son, por lo general, más pensadas, más amasadas, menos locas según pasa el tiempo y con él nuestro desarrollo personal.

No sé si en algún momento terminamos por sentirnos ya hechos y satisfechos, aprendidos y ensayados de casi todo, por decirlo de alguna forma, o si seguimos aprendiendo de las experiencias hasta que nos vayamos al otro mundo. Supongo que también dependerá de cómo seamos cada cual. Me he fijado que hay personas que ya están de vuelta de todo y les importa la cosa un comino. Están aquí porque aún no les ha llegado el momento de irse al otro barrio, pero son como muertos en vida. Y no me refiero a personas enfermas o muy ancianas, que ya entonces mejor apagamos, sino a gente poco mayor que yo y que son como espantapájaros, puestos siempre en el mismo sitio, esperando diariamente nada, importándoles diariamente nada también. ¿Qué pensarán del resto de mortales? Igual ellos se hacen las mismas cábalas que me hago yo de ellos. Siento pena por ellos, porque no les veo vivir. Pero es que lo mismo yo les doy pena también porque quizás los que viven son ellos y no yo. Y quizás el espantapájaros sea yo para ellos y sólo esté puesta aquí para asustar a los pájaros. Puede ser también, por lógica, que haya maneras varias de vivir o que cada uno, aunque sólo hubiera uno forma, viva de muy distinto modo que los demás. Estoy diciendo cosas muy raras, creo. Y me parece que lo dejo, porque empiezo a desvariar y no son horas, que cuando me pongo filosófica sin serlo y sin tener pizquita de ganas ni conocimiento sobre esa “Sofía” me doy un poco de miedo. Me callo que estoy más guapa y me pongo a otros menesteres, me quito el traje de espantapájaros y listo.

Ni siquiera sé si alguien me habrá entendido o sabrá lo que quiero decir ni si se habrá sentido de la misma manera que yo con lo que he planteado, que no sé si es planteamiento o auténtica chorrada. Pero ya que me ha salido de tirón y lo he dejado escrito aquí, no es cuestión de quitarlo. Otra entrada más para el blog, aunque no sirva de nada, ni siquiera a mí.


Hay moralejas hasta en la mierda

LECCION UNO:


Un pollito amarillo se encontraba en el campo paseando distraídamente cuando de repente apareció un gavilán que lo empezó a sobrevolar con la intención de comérselo. Al darse cuenta de su situación, el pollito se refugio debajo de una vaca y le pidió ayuda:

- "Señora vaquita, señora vaquita, por favor protéjame del gavilán".

La vaca muy amable hizo caca encima del pollito con la intención de esconderlo del ave de rapiña.
Cuando el pollito se vio sumergido en la mierda, disgustado sacó la cabeza de la misma en busca de luz, al asomarse afuera lo vio el gavilán quien inmediatamente lo sacó de la mierda y se lo comió.

Moraleja  1: No todo el que te llena de mierda es tu enemigo.
Moraleja  2: No todo el que te saca de la mierda es tu amigo.
Moraleja  3: Si estas de mierda hasta la coronilla, no digas ni pío.
______________________________________________________________

LECCION DOS:




Un pavo estaba hablando con un toro:

- Me gustaría poder treparme al tope de ese árbol, pero no tengo energías... decía.

- ¿Bien, porque no pruebas un poco de mi mierda??, dijo el toro. Está llena de nutrientes.

El pavo probó un poco de la mierda del toro y notó que realmente le dio suficiente fuerza para alcanzar la primera rama del árbol.

Al siguiente día, después de comer otro poco de mierda, alcanzó la segunda rama.

Finalmente, después de dos semanas, estaba orgullosamente subido en el tope del árbol.

Más tarde, sin embargo, el pavo fue repentinamente tirado del árbol por un campesino que le disparó.

Moraleja  5: Puedes llegar al tope a base de pura mierda, pero ella no te mantendrá ahí...

viernes, 11 de febrero de 2011

Toca retratarse


Hoy he quedado para ir a hacer fotos con un compañero también aficionado a la fotografía. Previamente, nada más salir del curro, iremos a comer, que hay que coger fuerzas para caminar y caminar y parar y parar con el fin de disparar ni se sabe las veces que haga falta a algo que a uno le parezca chulo aunque luego no lo sea, para que luego la profe diga que no entiende que para una foto tengamos que hacer 10 disparos.


 ¡Graciosa que es la chica! ¡Además de fotógrafa profesional la jodía!

Cámara, bolsa con objetivos, que uno pesa más que yo, y cuaderno con las chuletas por si alguna cosa se olvida de lo que es teoría a la hora de aplicar a la práctica. Y el trípode, que se me olvidaba. Ah, y las instrucciones de la cámara por si hubiera algo que repasarse en un momento dado. O sea, cargada como una mula, pero más feliz que una lombriz. Sólo me falta que tendría que haber cogido calzado guarro por si nos metemo
s por sitios recónditos llenos de barro o cosas peores, así que me temo que hoy iremos en plan fisno, por caminos marcados, sin salirnos de lo normal. Y lo mismo dejamos para otro día el ir por zonas asquerosas, enfangadas o llenas de bichejos inmundos a los que por menos de nada nos podamos cargar de un pisotón sin darnos cuenta, dejando viuda y huerfanitos. Y si encima no dejó preparado el finado el testamento… ays, qué cargo de conciencia aún sin haber pisado a ninguno…

Bueno, pues eso, que nos vamos a presentar a un concurso de fotografía para no ganar, pero mira, que nos quiten lo bailao, que al menos practicar y pasarlo bien, sí lo conseguiremos. Ya no te cuento si encima gano algo. Estoy dando besos a los del jurado hasta las navidades. Donde pongo yo el ojo… no atino a poner la bala, pero disparos hago todos los que haga falta y más, por mucho que la profe me regañe la muy lista….



martes, 8 de febrero de 2011

Lábrate un futuro, jomío

Acabo de andar por uno de los blogs que sigo y he visto un sketch del Mota buenísimo y me he acordado de otro que ví en su día. Os lo dejo porque realmente, si llevamos a cabo lo que en él nos cuentan, nuestros hijos tendrán un futuro muy, pero que muy acertado.

Menos mal que hay que tomar las cosas a coña, porque si no, esto sería de locos :-)

viernes, 4 de febrero de 2011

No es el momento

De decir lo que voy a decir:

Basta que uno no tenga algo para que lo desee. Todos lo sabemos. Dejamos de tener algo o a alguien y justo entonces lo añoramos.


Yo dejé de tenerlos a ellos dos y cada día anhelo que estén conmigo con más fuerza que el día anterior.

Jamás supe que era capaz de querer tanto y de echar de menos tanto hasta que ellos me faltaron. Mi vida cambió, supongo que como cambiaron las vidas del resto de gente a quienes, por desgracia, les falta alguien en un momento de su existencia. Y soy consciente de que no demostré todo el cariño que llevaba por ellos dentro por vergüenza a mostrarme desnuda en ese sentido o por pensar que no habría sabido hacerlo, que no habría sabido comunicar lo que por ellos sentía. Porque a veces nos puede más ese estúpido pudor que el demostrar hasta dónde somos capaces de sentir, de dar lo que tenemos por los demás, de decírselo a voz en grito. Y nos lo quedamos dentro todo. Y pasado tiempo nos arrepentimos de no haberlo mostrado tal cual lo tuvimos guardado. Seguro que de haberlo hecho, esos que nos faltan habrían estado orgullosos de nosotros, más si cabe de lo que ya lo estaban. Y entonces probablemente no habríamos soñado, como yo soñé, que les decíamos lo mucho que les queríamos y no nos sentiríamos tan mal con nosotros mismos sólo al pensar en ese sueño. No nos machacaría la idea de saber que se fueron sin una palabra de cariño por nuestra parte. Sabían que yo les quería. De eso eran conscientes. Pero yo nunca se lo supe decir. Y aún hoy, habiendo pasado muchos años de sus muertes, les sigo llorando, les sigo recordando tanto… y lo peor, me sigo machacando a mí misma porque nunca supe decirles lo que les quería.

Y eso es algo que me acribilla continuamente, con lo que no soy capaz de vivir a gusto. Basta con que me sienta un poco abatida para que ellos se aparezcan ante mí y me llenen los ojos de lágrimas, me invada la pena, me acongojen, me hagan ser diminuta, porque ellos fueron muy grandes a mi lado y no se lo supe decir, no fui capaz de sincerarme, de decirles todo lo que me guardé para mí. Hoy eso no me sirve más que de castigo. Quizás sea masoquista, también lo he pensado. Igual es que me gusta regocijarme en mi mierda y en mi pena cuando toca. Lo mismo es algo que hacemos todos, no lo sé.

Llevaba tiempo queriendo escribir esto. No vale nada. Es sólo un pensamiento mío. Y no sé si no lo habré escrito para mi propio beneficio, como si esta confesión me llevara a algún sitio y me calmara cuando esta idea que he plasmado me trae a mal traer. Una excusa, quizás. Únicamente para mí, porque a ellos ya de poco les sirve. No sé. Un pensamiento nada más. Un desvarío que en lugar de guardarme dejo aquí plasmado por si alguien me saca de la duda, aunque lo dudo.

La luz de las estrellas

Asomando a la noche, en la terraza
de un rascacielos altísimo y amargo,
pude tocar la bóveda nocturna
y en un acto de amor extraordinario
me apoderé de una celeste estrella.
Negra estaba la noche
y yo me deslizaba
por la calle
con la estrella robada en el bolsillo.
De cristal tembloroso parecía
y era de pronto
como si llevara
un paquete de hielo
o una espada de arcángel en el cinto.


La guardé temeroso
debajo de la cama
para que no la descubriera nadie,
pero su luz atravesó
primero la lana del colchón,
luego las tejas,
el techo de mi casa.
Incómodos se hicieron
para mí los más privados menesteres.

Siempre con esa luz
de astral acetileno
que palpitaba como si quisiera
regresar a la noche,
yo no podía preocuparme de todos
mis deberes y así fue que olvidé pagar mis cuentas
y me quedé sin pan ni provisiones.

Mientras tanto, en la calle,
se amotinaban transeúntes,
mundanos vendedores
atraídos sin duda
por el fulgor insólito
que veían salir de mi ventana.

Entonces recogí
otra vez mi estrella,
con cuidado la envolví en mi pañuelo
y enmascarado entre la muchedumbre
pude pasar sin ser reconocido.

Me dirigí al oeste, al río Verde,
que allí bajo los sauces es sereno.
Tomé la estrella de la noche fría
y suavemente la eché sobre las aguas.
Y no me sorprendió que se alejara
como un pez insoluble moviendo
en la noche del río su cuerpo de diamante.

Oda a  una estrella
Pablo Neruda

A las estrellas que iluminan mi vida día a día...

miércoles, 2 de febrero de 2011

A por ellos

Está claro que no te puedes desmandar ni una pizca. Dejas de fumar y dices eso de “a mí no me va a pasar que por dejar este vicio me dé por andar tras el otro”. No el que pensáis, no, sino el de comer como una descosida por calmar la ansiedad. “Si yo no tengo ansiedad ninguna no me puede dar por tener la boca abierta por si le cae algo a todas horas”. ¡Vaya que no! Ansiedad no tendré, pero ganas de meterle al cuerpo, no lo que pensáis, sino comida, a todas horas.


Y, por lógica, si le metes, recibe. Y si recibe, por algún lado lo notas. Pues oye, que yo justo por la cintura, que ya a cintura exactamente no es que se parezca mucho. En todo caso se intuye y te tienes que fijar mucho y echarle mucha imaginación para que eso tuyo se parezca a una cintura como dios manda.

Y piensas, por aquello de subir tu autoestima: “pero lo estás haciendo muy bien porque has dejado de fumar. Llevas ya un mesecito sin catarlo. ¿Qué pasa porque hayas cogido algún kilillo?” Alguno, dices, por no deprimirte, pero eres consciente de que no ha sido uno solo. Y entonces vuelves a plantearte lo de la dieta dichosa, esa que no debiste dejar nunca, y menos sabiendo como sabías que en cuanto empezara el 2011 ibas a dejar de fumar. Tú decías, con dos ovarios, que tú no ibas a dejar que pasara esto y que si empezaba a pasar, que seguro que no, harías las dos cosas a la vez: no fumar y no comer. Coño, la primera bien, pero no comer a mí me cuesta un triunfo, aparte de la muerte si me lo tomo muy a pecho, así que a vueltas otra vez con lo verde (no lo que pensáis, sino lo que sale del suelo) y la plancha (no la del pelo ni la de la ropa). ¡Venga, otra vez a hacerle la vida imposible al colesterol, que tú puedes, campeona!

Todo sea por esa cintura de abeja (que yo ya de avispa va a ser que tengo poco ;-))

El campo da sabiduría

Yo, por muy de la capital que sea, no tengo ni la mitad de saber que los que viven en el campo. Eeste vídeo, por ejemplo, es bien clarificativo de lo que digo:

martes, 1 de febrero de 2011

A vueltas con la jubilación dichosa

Pues eso, que si no lo remedia nadie, esto será lo que nos pase si nos jubilamos como pretenden nuestros políticos :-)

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