Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

miércoles, 23 de julio de 2014

Cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar

Un refrán estupendo que he querido utilizar aquí para que no os pase lo que a mí.

Por mi cumpleaños me regalaron un móvil nuevo, de estos ya supersónicos, con una pantalla bien grande, con una definición en las fotos muy maja, con cantidad de cositas que el viejo no tenía, que no es que yo las vaya a utilizar mucho, pero sí que vienen bien.

Yo no lo pedí, de hecho no pedí nada, como casi siempre, porque nunca creo que me haga falta nada. Y por no pedir decidieron comprármelo porque el otro, que fue regalo de la compañía en la que llevamos unos dos años, fallaba más que una escopeta de feria (por algo era regalado).

Llevaba yo con mi flamante móvil unas cinco horas cuando se me cayó. Torpe que es una, que a veces le podía comer las manitas un cochino. Y fue al suelo. Y se rompió la pantalla táctil por una esquina y le llegan las rajitas hasta el centro más o menos.

Afortunadamente no me corto al deslizar los dedos, pero hay que ir con cuidado porque el cristal tiene su peligro.

¿Y dónde está la madre del cordero? -diréis.

Pues en que no lo cogieron con seguro, así que ahora si lo quiero apañar me lo pago. Y la broma no es pequeña. Sale por unos 90 euros. Esto lo sé a base de hacer mis investigaciones de Sherlock Holmes y de dar no pocos tumbos por la red internáutica, por la red telefónica y por la red viaria, que también he ido a dos sitios por aquello de intentarlo "in situ".

Y es que donde en algunos aparatos la pantalla táctil está separada de la real, de la pantalla que hay debajo, en el mío no es así y es una sola pieza. Y si en los primeros el arreglo son unos 35 ó 40 euros, en el mío concreto se pone en 90. Y por ahí no paso.

Tiraré millas mientras él quiera y no se averíe más con el famoso plástico protector de pantalla y por lo menos mis dedos no sufrirán si el cristal se sigue astillando o si casca más porque sí.

No se os ocurra comprar un móvil sin cogeros el seguro, más cuando los teléfonos de ahora los van sacando cada vez con lo táctil más delicadito para que, a la mínima, casque, tengamos que llevarlo a arreglar y nos dejemos allí los cuartos, que si te descuidas, casi te sale lo mismo apañarlo que comprarte uno nuevo (si con suerte no lo rompes el mismo día y se termina produciendo un bucle, jejeje. Aunque probablemente si no eres yo no te pase).

 *Aún echo en falta al cochino que no me comió las manos





martes, 22 de julio de 2014

SACOS LLENOS DE AGUJEROS PARA GUARDAR LA ALEGRÍA



LETRA DE "ABRAZADO A LA TRISTEZA"

He salido a la calle abrazado a la tristeza,
vi lo que no mira nadie
y me dio verguenza y pena;
los llantos desconsolados
que estrangulan las gargantas,
dos ancianos encorvados... parece que la tierra los llama

La justicia está arrestada por orden de la avaricia,
el dinero que te salva
es el mismo que asesina
.
No me des más esperanzas,
sé que todo son mentiras,
sacos llenos de agujeros para guardar la alegría.

Me da pena que se admire
el valor en la batalla,
menos mal que con los rifles
no se matan las palabras;
menos mal que con los rifles no se matan las palabras.

Creo que así estamos todos, abrazados a la tristeza. Vivimos momentos de rabia, de dolor, de desencanto, la gente pasa angustia, está desmotivada, desconsolada, tiene hambre, nos matamos unos a otros por diferencias de religión, de color, de pensamiento, estamos matando el mundo, las diferencias entre ricos y pobres se atenúan más, las injusticias están del todo instauradas y en muchos casos permitidas. Pero no pasa nada. Nunca pasará nada.



 

lunes, 21 de julio de 2014

Zapatero a tus zapatos (Parte II)

Volví. No me quedaba otra que volver porque mis sandalias seguían en el zapatero y no quería yo que se las pusiera nadie más, así que el sábado me presenté allí y sólo tenía a una mujer delante. Tardé lo mío porque hay un servicio de arreglo de calzado al instante y aquella buena señora llevó tres pares.

Yo observaba a aquel zapatero y no daba crédito: no abría la boca y estaba embebido en su tarea. Estaba serio, demasiado serio. Y sólo habló para decirle a la mujer que ya estaban sus zapatos arreglados y el coste de los mismos. La mujer pagó y se fue feliz con sus tres pares de zapatos apañaditos del todo.

Y llegó mi turno:

Buenos días, vengo a por esass sandalias rojas que están en aquel mueblecito de enfrente.

Ay, lo que me he acordado de tí, que te ibas a ir el miércoles pasado de vacaciones... De tí y de dos personas más que os íbais y yo sin poderos arreglar el calzado. Perdona, que ya me está dando (tocándose la zona lumbar).

¿Qué le está dando, por dios? ¿Un lumbago?

No es lumbado, es la espalda, estoy muy mal de la espalda. Si hasta tuve que cerrar hace quince días.

Y menos, hace menos también cerró. Que yo sepa dos días: un viernes y el miércoles pasado. Pero no se preocupe, lo primero es la salud.

No puedo más, es que me  va a matar el dolor.

Y debía ser cierto; aquel hombre tenía la cara descompuesta. Por el dolor era por lo que apenas hablaba. Entonces, más que rabia por lo que me había parecido a mí un cachondeo con las sandalias, que iba yo dispuesta a montarle el pollo, me dio penita.

Así que cogí mis sandalias, le pagué lo que me pidió (que fue bien poco, la verdad) y salí de allí diciéndole que esperaba que mejorara, pensando que no volvería, pero sintiéndome mal por haber pensado lo que no era. Yo también me equivoco y juzgo a veces prematuramente.

Hoy llevo las sandalias rojas puestas. No han quedado perfectas, pero sí están mejor que cuando las llevé a arreglar. Y tienen su historia, su larga historia.


viernes, 18 de julio de 2014

Zapatero, a tus zapatos



Desde que estamos inmersos en esta crisis siempre pensé que el oficio del zapatero estaba en declive. De hecho, lo sigo pensando, aunque ya después de lo que me ha pasado con uno del pueblo donde resido, no sé muy bien qué pensar. Bueno, creo que sí lo sé. Sacad vuestras conclusiones, que probablemente serán idénticas a las mías. Os cuento:

Semana pasada, martes 15 de julio, 18.30 horas

Todavía estoy de vacaciones y tengo un par de sandalias buenas que me han empezado a hacer daño en la planta porque se les ha despegado algo del interior. ¿Qué hago? ¿Espero al lunes que ya trabajo y las llevo al zapatero que conozco o las llevo al de aquí? Bueno, mejor al de aquí y así estarán antes. Cojo caminito del zapatero en cuestión y le doy mis sandalias. El hombre las mira, las remira, me  empieza a contar su vida en fascículos coleccionables (no estoy exagerando ni un poquito), me dice que tiene mucho trabajo, que es que además las tiene que descoser, pero que bueno, que aunque va a tardar un poco, pues tiene trabajo para dar y tomar, que hay días que le da la una de la madrugada y que hay clientes esperando tres meses, que me las apaña, pero que tardará unos días, que me llama en cuanto las tenga.

Semana pasada, viernes 18 de julio, 10.30 horas

Como sigo de vacaciones y me gusta darme un paseo con la fresca, decido que a la que subo hacia el pueblo, paso por el zapatero y le pregunto para cuándo, más o menos, cree que tendrá arregladas mis sandalias.

Mi gozo en un pozo: cerrado.

Presente semana, martes 22 de julio, 11.30 horas

Mi hija tiene que ir a la óptica a hacerse unas gafas nuevas, pues se le han partido las suyas. Como el camino es el mismo, le digo si no le importa pasar por el zapatero a preguntar.

Empieza el ir y venir de whatssap entre mi hija y yo:

Mamá, de qué color son. Rojas. Es que tiene una de zapatos amontonados que pa qué. Dile, por favor, que si va a tardar mucho más, que te las dé y las llevo al otro zapatero. A ver si me deja, porque lleva media hora con la señora que entró antes que yo, que la mujer le ha dicho que qué pasa con sus zapatos, que si aún no los tiene y le ha dicho que espere un poquito que se los hace en el momento. La madre que le trajo, a ver si hace lo mismo con mis sandalias. Este tío no deja de hablar y no termina con la mujer, aunque ya parece que van cortando el rollo. Por  fin, ya ha cogido tus sandalias. Dice que no te ha podido llamar porque no se ha podido poner aún con ellas con el lío que tiene. Bendito sea, hija, porque ahora tener trabajo es muy difícil. Que me dice que puedes venir hoy a por ellas, pero a las nueve de la noche, que las tiene seguro. A ver si voy a ir y no las va a tener, que yo creo que este hombre es un poco rarito. Nada, le he vuelto a decir lo de las nueve y dice que sí. Vale, pues dile que a la noche subo a por ellas.



Presente semana, martes 22 de julio, 21.00 horas

Antes de entrar en la tienda del zapatero, veo que hay cinco personas lo menos antes que yo. Hago mi correspondiente espera porque ese hombre no para de hablar y hablar con quien se le ponga por delante. Yo pienso que no le da tiempo ni a respirar por lo deprisa que habla y por la de cosas que dice.

Me toca, al fin. Vengo a por unas sandalias rojas. Esta mañana estuvo aquí mi hija y le dijo usted que viniera a las nueve. Y aquí estoy.
Sandalias rojas…. ¿Estas?
Sí, justo, esas son.
Pues…. Verás…. Es que la izquierda me ha quedado de maravilla, pero la derecha no tanto y claro, no te las vas a llevar mal, así que la he desarmado entera y ya tendrás que venir mañana a por ellas, aunque claro, te vas de vacaciones y te las querrás llevar. En cuanto estén TE LAS LLEVO YO A CASA.
No doy crédito y me quedo alucinada. Me hace venir a por ellas porque van a estar con seguridad y no están; y como ese hombre se ha sacado de la manga que me voy al día siguiente de vacaciones me las quiere llevar él a mi casa… Surrealista.
Deja, no te preocupes, mañana vengo a por ellas porque no me voy de vacaciones aunque quisiera tenerlas ya si fuera posible.
Claro, mujer, mañana ven por la mañana.
Por la mañana no puedo venir porque estoy trabajando, pero por la tarde sí. ¿A qué hora vengo?
A partir de las cinco que abro cuando quieras.
Estupendo, vengo por la tarde.

Presente semana, miércoles 23 de julio, 19.00 horas

Vuelvo al zapatero. ¿Qué me encuentro? Cerrado.

Menos mal que abría a las cinco.

CONCLUSIÓN: Ya me ha visto el pelo ese señor. Cojo mis sandalias (si es que consigo que algún día me las tenga arregladas o que tenga la tienda abierta) y corro.


lunes, 7 de julio de 2014

Tómate un respiro

Y vete de vacaciones, me dije. Y eso hice también, fiel a mis principios.
Y en eso sigo durante esta semanita; el lunes ya será otro cantar y a mí me cantará el gallo del despertador a las 6.30 avisándome de que ya está bien de cachondeo y que toca dar el mismo que canta, el gallo, claro, lo habéis adivinado.

Primero estuve cinco días con una buena amiga y compañera con la que comparto, desde hace tres años, apartamento en verano, aunque es suyo y no mío. Y estamos de lo más relajaditas haciendo lo que nos viene en gana, levantándonos bien prontito para que el día tenga todo el provecho que tiene que tener un día si no quieres que te pase inadvertido: comiendo sano, paseando por la playa y sobre todo, echando buenas partidas de cartas mientras escuchamos música.

Y luego, ya de vuelta, con mi señor marido, que es el que más me ha querido, otros cuatro días fuera del infernal Madrid. Fuimos a una bella ciudad y todo fue sobre ruedas, aunque debo decir que precisamente el día antes de volver, cuando íbamos a coger el coche para acercarnos a la playa, no vimos las ruedas. No vimos las ruedas ni la chapa ni el capó ni la matrícula ni el color gris del coche, porque el coche había desaparecido por arte de magia. Pero es que hasta la calle había cambiado: donde durante tres días las líneas de aparcamiento fueron blancas aquel día se habían tornado amarillas y donde no había nada de nada, surgieron del suelo dos placas verticales bien gordas con un prohibido aparcar por carga y descargas. Y entonces vas y te cagas en todo lo que se mueve y te piras al hotel con una mala baba que ni el caracol más cabreao tiene por aquello de que nos faciliten el teléfono y la dirección de la policía local. Y sí, llamamos a los municipales y nos confirmaron lo que creíamos: no fue fruto de la naturaleza y una de sus ocurrencias; fue todo debido a órdenes de algún  que otro subnormal que con tal de recaudar te planta un pintadito, te coloca dos placas como dos soles espléndidos y te jode lo poco que te queda de vacaciones allí donde estés.

Hechas las comprobaciones de que el coche con sus ruedas, su chapa, su capó, su matrícula y su color gris estaba en el depósito municipal, dirigimos nuestros pasos (más bien fueron los de un taxista y su vehículo con la correspondiente factura) hacia la sede de los municipales; allí, después de una hora y pico, y habiendo comprobado ellos que, efectivamente, nuestro coche estaba en depósito junto con otros dos desgraciados también por la misma y descarada ocurrencia sin haberlo comido ni bebido, pudimos rescatarle e irnos a la playa, aunque ya las ganas no eran las mismas.

Todo ésto lo cuento para que, si váis a alguna ciudad que no sea la vuestra, si aparcáis en zona libre donde no hay problema alguno, no dejéis de echar un vistazo a diario, no sea que los fenómenos poltergeist vuelvan a surgir y la caguemos.

¡¡¡Que os vaya bonito!!!


LinkWithin

Related Posts with Thumbnails