Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

viernes, 30 de julio de 2010

Que no pare la música

Una es una auténtica profana en cuanto a jerga taurina. Supongo que porque para mí la fiesta nacional, tan seguida en mi casa sobre todo por mi madre, fue siempre una aberración que no conseguí entender nunca. Sigo sin entenderla, igual que todo su palabrerío.


Ayer fui por primera vez a la plaza de las Ventas, y no a ver ningún evento taurino, sino un concierto. Mark Knopfler nos venía a emocionar un poco a los madrileños y a enseñarnos ese arte suyo con la guitarra. Conseguimos las entradas justo la noche antes del concierto, no sin algunas dificultades a la hora de hacerlo vía internáutica. Pero las conseguimos, y de las más baratas si hablamos de casi cuarenta euros del ala por cabeza.

Y allá que fuimos al coso taurino (eso lo conozco gracias a la manía de hacer crucigramas como una cosaca en mis tiempos mozos) y nos dispusimos a averiguar dónde estaban nuestras localidades. Andanada del tendido dos, fila siete, asientos 17 y 18. Previamente me avisó una compañera de que cogiéramos dos almohadillas porque allí la piedra guarda muchísimo el calor. Así que antes de comenzar nuestro periplo por la plaza de toros, pillamos dos chismes donde colocar nuestros culos (a 1,20 cada bicho de estos en los que a buen seguro habían puesto sus culos miles de personas antes que nosotros). Y preguntando dicen que se va a Roma y nosotros elegimos, en lugar de la ciudad italiana, aquella nuestra fila siete en la andanada del tendido 2. Andanada ya sé porqué se llama: andar… andas lo que no está en los escritos y siempre cuesta arriba. Tendido dos… en lo más alto del gallinero. Y lo de tendido creo que ya lo he entendido (si puedes, mejor ver los espectáculos tumbado, porque sentado es, más que incómodo, mortal de necesidad. Fila 7… la de arriba del todo, con el único acompañamiento por la espalda que el de la pared (ahí por lo menos, tuvimos suerte, que vecinos traseros no llevábamos). Sube, sube, si es que puedes, a tu fila. Por supuesto, para ello, levanta a yo qué sé cuánta gente que seguro que cuando supo cuál era su sitio, pensó lo que yo… podíamos haber pillado las entradas algo más caras, porque esto no tiene nombre. Y no lo tenía, pues llegados al señor de cuadros, que era la referencia del acomodador, siéntate y coloca a la chica de delante tal que apoyada en tus piernas que han quedado embutidas porque en el tendido no te puedes tender salvo que estés tú solo, que no era el caso. Y tus pies se empiezan a dormir, no por aburrimiento, sino por falta de circulación de la sangre. El culo, bien. Al menos mullidito, aunque tan cuadrado como la almohadilla por la que pasaron miles de culos antes que el tuyo. Ay, que vienen más, que me toca ponerme el bolso sujeto en el cuello, la botella creo que mejor me la dejo ya en la boca y eso que me ahorro de movimientos bruscos porque aquí no hay hueco ni para rascarse la nariz. Y menos mal que ya has meado antes, que como tuvieras que levantarte... Ah, pues mira, de momento sigo sin gente a mi izquierda. El acomodador. No!… otra pareja que se acerca con él. Y la referencia dejó de ser el señor de cuadros para ser la chica de la camiseta con cosas raras verdes. Yo. Y vinieron a mi lado justo. Y yo con el bolso medio al cuello, el abanico en la mano derecha porque me daban yuyus premenopáusicos y no podía dejar de darme aire, la botella dentro del bolso, las piernas diciéndome SOS que nos morimos, el culo hecho un cuadro, una columna que partía en dos el escenario, más gente que en los toros, algún que otro panoli diciendo que quería un hijo de Mark Knopfler y Mark Knopfler ahí, sentadito en una silla tan agustirrinín y tocando como los ángeles.

El concierto… bien. Gracias!

martes, 27 de julio de 2010

Amable

Su nombre nos era familiar como palabra, pero jamás habíamos conocido a ningún otro que lo llevara a cuestas. Como adjetivo es usual. Amable. Y hacía buen uso de él porque amable sí que era. Era Amable y amable, amable y Amable desde hacía 78 años. El típico señor mayor de aldea, un gallego de los pies a la cabeza. En la suya llevaba caladita una gorra estilo boina, y sus ropas absolutamente sencillas, de campo. Y era uno de los mejores jugadores de tute de toda la comarca. Y le tuve de compañero, de pareja de tute en una partida. Y era listo, muy avispado, no se le escapaba una.

A la mínima aprovechaba para contarnos cosas de su niñez, de su juventud (de su etapa adulta no contó apenas nada, salvo que tenía un hijo que trabajaba en la administración en Gerona y que en cambio su mujer y su pequeño de tres años vivían en Guadalajara). Y ahí empezó todo. Nos buscaba, nos iba a ver al hotel rural de Gustavo (el compañero de mi marido que consiguió tras jubilarse hacer un hotel de esas características en su comarca natal, esa que tantísimo adora, aquel sueño que llevaba en danza en su cabeza y que por fin llegó a cumplir). Íbamos a desayunar y al bajar de asearnos y lavarnos los dientes, ahí teníamos a Amable esperando pacientemente por si queríamos pasar un rato con él. Comíamos, echábamos quizás algo de siesta o tonteábamos un poco haciéndonos los locos, y al bajar, ahí teníamos de nuevo a aquel amable Amable haciendo tiempo, tomándose un café descafeinado hasta que bajábamos. Y justo el día anterior a marcharnos, Amable estaba esperándonos para despedirse de nosotros con toda su amabilidad a cuestas. Y entonces a mi contrario se le ocurrió hablar de mili. Dices tú de mili... Y Amable comenzó con su relato y allí se nos presentaron el cabo furriel, el coronel con un bigote de impresión, los mosquetones y su limpieza, las guardias, los calabozos, los permisos, las peladuras de "patacas" (patatas en gallego) y todo lo que a Amable se le venía a la cabeza de aquellos tiempos.
Pero lo que a mí más me impresionaba era la memoria prodigiosa en una persona de ochenta años, la cantidad de detalles que mantenía allí guardaditos y que decidió sacar de golpe como si de un torrente se tratara..
Sé que nos echa de menos y que espera que volvamos por allí a jugar al tute, cuando sea, cuando buenamente se pueda. Y nos esperará amable, todo lo amable que es, con toda esa amabilidad y ternura llena de canas, de arrugas, de experiencias y de serenidad que supongo que termina dando la vida, una larga vida que se siente ahora más sola que nunca, que necesita ser compartida, aunque sea con unos desconocidos que lo más que han hecho es charlar con él y jugar al tute. Ganando, claro. Con experiencias así siempre se sale ganando

domingo, 25 de julio de 2010

El retonno

Dos días en Madrid y ya echo de menos la paz del Norte. El relax de allí se pierde según vas llegando a la meseta. Y el fresquito también. Se deben perder juntos por aquello de la incompatibilidad con la capital. Está claro que una cosa no va con las otras. Después de la “jartá” a verde, a temperatura ideal, a comida buenísima, a belleza natural, a buenas gentes y a algún que otro kilo que iba unido a aquellos, abres los ojos aquí y te da un algo, porque todo eso se esfumó unos kilómetros después, menos ese kilo de más que se vino conmigo todo el viaje de vuelta. Y aquí sigue.


Poco más me da tiempo a decir ahora. En otro momento lo haré; no os vais a librar tan fácilmente. Ahora toca apechugar con la cruda realidad y ponerse las pilas, que si no nos pilla el toro. Y eso que no voy de colorao :-)

viernes, 16 de julio de 2010

Hasta muy prontito

Mi menda lerenda se las pira una semana para Lugo. A ver si allí es posible que servidora pueda dormir a la pierna suelta por aquello del fresquito, que éste aquí, en los Madriles, brilla por su ausencia toda y andamos de un recocido que pa qué. Así que, este niño mío al que tengo últimamente abandonado, vuelve a quedar a vuestro cuidado si tenéis a bien, y si me pilla varicela o paperas, me lo acercáis al pediatra a que le eche un vistazo y de paso le pegue a él la enfermedad.

Que eso, que en breves vuelvo y espero que con ganas de contar algo, que estoy últimamente de un soso subido que no me aguanto ni yo. A ver si el pulpo, el arroz caldoso con langosta o las vieiras hacen conmigo un milagro y me estiran la lengua un poco y de paso las manos, no para pegar guarrazos al vecino, sino para utilizar un poco más el teclado en este mi criaturo.

Besos a mamá y pataditas a papá. O lo que es lo mismo, darse vosotras por besadas que a ellos ya les pego yo un buen lechuguinazo a la mínima

miércoles, 7 de julio de 2010

Puro vicio

Esto sí es vida! Todo bien aireadito a pesar de que somos muy señoritas y nos ponemos el aparato de aire acondicionado, que como antes no teníamos en nuestro despacho, ahora tenemos un vicio de impresión y lo ponemos a funcionar desde que venimos hasta que nos vamos. Que sí. Que hay un poco de polvo y el suelo no está especialmente limpio, pero estamos como en la gloria. Además de lo bonito que nos va a quedar. Que nos quejamos de vicio parece que nos quieren decir.


Hoy además, si queremos mear o cagar, por aquello de la ventilación, nos han quitado amablemente la ventana y se nos ve hacer nuestras necesidades desde la otra parte de la pared. Que quieres ver algún hombre cambiándose, pasas al otro baño (lástima que este no tenga ventana, que estaría igual de aireadito que el otro).

Y sí. Estamos tan sumamente agradecidas por estas condiciones laborales, que yo hoy he terminado llamando al jefe de personal por teléfono para ofrecerle mis más sincero agradecimiento. Y se sentía mal y todo. Me decía… yo no tengo la culpa. Y yo le contestaba… no, si ya lo sé. Si la culpa es nuestra por querer venir a trabajar aquí, a este idílico edificio y con estas magníficas condiciones que seguro para otros serían envidiables. Y nosotras nos quejamos. Puro vicio lo nuestro, seguro que sí.

Sin ventanas. Si quieres suicidarte puedes sin problemas. No tienes más que ponerte en cualquiera de los numerosos polletes y halaaaaaa, pabajooooooo. Que te cae mal alguien, es el momento de darle un empujoncito. Y con esto no quiero decir ni que yo vaya a pegarme un guarrazo ni que tire a alguien por el hueco (por uno de tantos como tenemos para elegir). Hoy me subo por las paredes (por lo menos de esas también tenemos…)

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