Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

martes, 19 de julio de 2011

Mrs. Magoo

Esa soy yo desde hace casi 24 horas. No sé si os acordáis de este muñeco de dibujo animado que estaba más cegato que un gato de escayola . Os lo pongo por si no sabéis de quién os hablo:
Bien, pues todo esto lo digo porque ayer me tocaba revisión de estos ojazos míos en el hospital. Por supuesto, como ya era consulta, ni llevaba las gafas de lejos porque las uso en momentos concretos, ni llevaba las de sol, que salvo para casos muy específicos, suelen quedarse muertas de asco en el bolso. Pues ayer... ni eso.

¿Y qué pasó? Pues que por causas desconocidas hasta para la médica, me habían pedido una prueba previa que yo desconocía, y que consistía en dilatarme otra vez las pupilas y en endiñarme cada diez minutitos un colirio diferente. Resultado.... todo estaba como debía estar, pero yo terminé ciega perdida y más cuanta más luz había en mi entorno. La doctora me dijo que no sabía porqué me habían pedido esa prueba tan jorobada y que estaría todo el día de ayer malamente. Pero ayer terminaba a las doce de la noche. O eso pensaba yo.

Hoy me levanto y digo... pero si ves y todo ya.... Y un ñordo, porque fue encender la luz del baño para lavarme la cara y quitarme las legañas de esta noche y decirme para mí misma... ¡¡¡leñes, cuánta luz hayyyyyy!!!

Y mirarme los ojillos y verme las pupilas aún bien grandes. Así que, mejor que ayer por fortuna, pero muy malamente con el más minúsculo rayo de luz que se le crucen a las susodichas. ¿Normal? Supongo que muy normal no será que a estas alturas de la película mis ojitos sigan como están, pero igual si aprovecho el tirón me hago tan famosa como aquel dibujo animado del que os hablaba al inicio de esta entrada y saco provecho.

Saludos desde Cegatonn City

martes, 12 de julio de 2011

Una lección de gramática e historia

Ya volví de mis días por Cantabria (pocos... tan pocos que apenas supieron a nada) y me veo en la tesitura de si seguir pasota con todo o empezar a retomar los quehaceres (que esos no son pocos ni mucho menos). Entre ellos está mi blog, así que voy a ir intentando arrancarlo (cual Carlos Sáinz hizo con su coche: trata de arrancarlo, Carlos... trata de arrancarlo...) Y no veo mejor inicio post-vacacional bloguero que con una buena lección para todos, que no te levantarás sin saber una cosa más. Ahí os la dejo. Espero que os guste:

En Madrid hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia. Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, por los tiempos de doña Mariquita de mi corazón, cuando el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la crema social, para poner en el escaparate familiar a lindas damitas de la buena sociedad, como oferta casadera, las cuales acudían ataviadas con su miriñaque de fino muaré. A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de jovencitas, algo que hoy se ignora, pues el lenguaje en la actualidad se ha vuelto recio y tosco: la polla de entonces es la "tía" de ahora y las mentes malévolas sustituyen el significado antiguo por otro de morbosas connotaciones.

El tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre, después de atender a los acuciantes problemas que su cargo de alcalde comportaba, se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre.

Tenía dos hijas en edad de merecer, feotillas ellas, no muy sobradas de gracejo, y hasta un tantico tontuelas. Y se hacía acompañar por ellas a todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir. Tras la imponencia de unos bigotes municipales, se ocultaba un corazón de padre.

-¿Ha llegado ya D. Gil?


-Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.


D. Gil departía animadamente con los próceres de la actualidad, y, mientras tanto, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (en masculino (solía aderezarse con pera:"pollo-pera") se les acercase, cosa siempre poco probable. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tontuelidad con D. Gil y sus pollas.

Al tonto, a secas, podía llamársele: bambarria, menguado, zampatortas, chirrichote, rudo, zamacuco, papanatas, tolondro, ciruelo, zote, mamacallos, mameluco, majadero, zopenco, mastuerzo, borrico, tonto, necio, obtuso, imbécil, mentecato, idiota, torpe, lelo… Pero ¿cómo describir esa circunstancia tan compleja de tontuelidad inconsciente? Decía padre Ramón que el que es tonto y lo sabe no es tonto del "tó".

Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil: para expresar la idea de tontuelo, tontaina, tontucio, tontuelidad integral e inconsciente (lo de con malicia o sin malicia es otra cuestión; con el tiempo, habrá de todo) ¡Ya está!: Gil (D.Gil)- y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas.


Y cundió la especie por "el todo Madrid", que compuso esta palabra especial, castiza, nacida en la Capital del Reino y, puesta en circulación con el marchamo del Oso y el Madroño, siendo después exportada al resto de España, ganándose a pulso el derecho de entrar en la Real Academia Española.


¡ Los madrileños son la repera!

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