Con las melenas al viento

Bueno, bueno, chic@s. Esto va muy bien. Hoy me pesé y he perdido en una semanita nada menos que 2,800. Que sí, de acuerdo que la primera semana es en la que más se pierde, pero esto me da ánimos para seguir, no pasando hambre, pero sí aburriéndome de lo lindo, porque no es por ná, pero variedad no es que haya mucha en la dieta.

Cuando esté como una sílfide, porque todo a la par no puede ser, pensaré en el siguiente problema, que para ellos, los hombres, es algo que no les importa lo más mínimo, y que es cómo me deshago de todos los pelos que me acosan. Lastimita que esos (los pelos y no los hombres) no se vayan haciendo dieta y tenga que ser a golpe cuchilla, porque una, de piel delicadísima como toda ella enterita es, no puede usar ni cera, ya que se le queda todita su bella piel hecha ciscos y llena de hematomas o puntitos coloraos que la hacen polvo a la par que la afean. Y como cuartos no hay para láseres ni leñes en vinagre, tendré que seguir tirando de la gillette cual hombre barbudo, rasurándome lo que no está en los escritos un día sí y otro también, porque servidora, que tiene cosas tanto de su padre como de su madre, como todo hijo de vecino, se llevó la parte más penosita de él, esto es, unos pelos como escarpias y más negros que los cojones de quien yo te diga y que crecen a velocidades agigantadas. Será que cada vez soy más joven, porque por ahí he leído que a cuanta más edad, con menos fuerza crecen los pelánganos. O me han tomao el pelo, que podía ser otra opción.

Alguien debería ir inventando ya algo para solventar mi problemilla y que, por supuesto, fuera de gratis, haciendo también feliz al resto de mujeres del mundo mundial que, como yo, son de buenas pelambreras. A mi padre también salí en el número de pelos en la cabeza. Aquí más bien escasean; no hay acuerdo entre los de arriba y los del resto del cuerpo: en el coco, a lo sumo siete y encima fisnos, como no podía ser de otra manera en mí, tal y como sabéis los que me conocéis.

Otra opción sería hacerme la sueca. Para lo de las piernas, digo. Que no es que me haga la loca, sino haber nacido en Suecia, que parece que allí como que el tema de las greñas en las piernas o en las sobaqueras es algo que nunca les importó. Lástima que también salí, ahí a los dos, a padre y a madre, española genéticamente hablando. Si hubiera sido sueca otro gallo me habría cantado y encima seguro que había ligado mucho más :-D