Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

sábado, 20 de marzo de 2010

La bobina asesina

Día gris donde los haya. La temperatura es de agradecer, pues no hace frío ninguno, pero el cielo está entre grisáceo y blanquecino. Feo, quiero decir. No nos libramos hoy de la lluvia. Y precisamente hoy que salimos a comer con la familia, niños incluidos, que seguro que no pueden aprovechar el parque que hay cerca del sitio a donde vamos.

Y yo ando ahí ahí. Parecidita al tiempo. No me pusieron el dichoso suelo porque no llegaron a poder coger los materiales, con lo cual toca seguir durmiendo en la buhardilla hasta el sábado próximo, si no más. Es lo que tiene haber hecho el encargo del trabajo a un amigo. Sí, seremos otro cliente más, pero no es igual. Si le surge algo, antes eso que nuestro suelo. Y yo me niego a hacer otra mudanza, así que mira, que toca buhardilla y bajar a media noche a mear abajo, pues se baja y se vuelve a subir. Que quiero dejar algo en los cajones, pues subo, abro mi habitación y me doy de tortas por no acordarme que ahí no es.

Ayer tuvimos un susto de narices con Frodo (uno de mis gatos. Lo digo por si alguien de nuevas lee y piensa que tengo yo de familiar al del Señor de los Anillos. No. Ni mucho menos. Es el nombre hortera y soso que le pusieron mis hijas al gato cuando llegó y que ya no hay forma de quitarle, pues sería como si yo a estas alturas de la película dijera que me llamo María Eulalia cuando realmente me llamo Mª Luisa (que también tiene tela mi nombrecito). En fin, pues que se me ocurrió darle para jugar un bobina de hilo pequeña de plástico y antes de darnos cuenta de que debíamos haber quitado el hilo, allá estaba el gato ahogándose. Mi hija lo cogió y yo le metí el dedo hasta la campanilla y conseguí sacar el hilo que le ahogaba. Pero de repente vemos que el gato se mete las manos en la boca, hace aspavientos, sale rabiando, vuelve a meter las manos en la boca… y no podíamos hacer nada, pensando que se seguía ahogando con otra cosa. Hasta que de repente llamé a voces a mi marido que andaba por arriba, cogí al gato bien sujeto que no paraba de hacer aspavientos y cosas raras, y por fin le sacaron entre mi chico y mi hija, un trozo de su propia uña que le estaba haciendo herida en las encías. Pobre, en el momento que vio que se ahogaba, empezó él solito a intentar quitarse lo que no le dejaba pasar el aire y claro, de tanto tanto, se arrancó una uña que fue la que tenía clavada y le hacía mucho daño en la boca.

Pasado un rato, Frodo se quedó tranquilo, y hasta hoy. Pero menudo ratito pasamos con él. Desde luego es la última vez que les doy para jugar una bobina (ni sin hilo las quiero ya). La angustia que pasó el animal fue bestial, y la nuestra tampoco se quedó atrás.

2 comentarios:

Maria Purificación dijo...

:O

Pobre gato, joer. No se les puede dar nada para jugar que sea menor que el tamaño de su boca.

La gente da a sus perros pelotas de tenis para jugar. Yo he visto casos de pastores alemanes asfixiados con una pelota de tenis en la garganta.

Menos mal que sólo fue un susto, jamía... pobresín él :(

Y lo de los amigos que te hacen apaños... pues sí. Así mismamente suele ser. Donde hay confianza da asco.

Si eso también podrías subir al ático el orinal pa no tener que andar bajando a mear :DD

Qué ajetreo de vida jamíaaaaaaaaaaaaa... no taburresssssssssssss eh??

Uno que pasaba por aquí dijo...

Pobre Frodo, si es que hay que darle más papeo y gatas para jugar, y no pelotas.

Pero vaya susto que os habeís tenido que pegar ciertamente.

Ya puedes tener cuidado, que lo de las 7 vidas no está demostrado. :D

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