Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

miércoles, 6 de abril de 2011

En mi estado puro

El tiempo corre que se las pela. Hace bien poco, o igual no tan poco, yo era pequeña. Algo mío ya conocéis los que seguís mi blog, pero en un foro al que me aficioné hace ya unos pocos años y del que me retiré cual monja de clausura por aburrimiento y después volví a retomar porque estas cosas de la red deben llevar algún tipo de enganche como si fueran una droga y ahí sigo, hay un apartadillo de fotos de la primera comunión.


Y mira tú por dónde, que yo, desmemoriada desde hace la repanocha de años, si me tiran de la lengua, largo hasta cansar al más pintao, me he puesto a rememorar tiempos de antaño, de mis perdidos siete añitos, cuando me tocó tomar la hostia aquella bendita y resulta que me acuerdo de más detalles de los que me creía capaz.

Allí, en ese foro que mencioné antes, hablé de los puñeteros tirabuzones que a mí me parecían horripilantes que me peinaron en aquella melena larga y aún medio rubia y sobre los que colocaron una corona de reina de España a la par que me calzaban un vestido de princesa blanco con florecillas en rosa claro largo hasta los pinreles y me plantaban en los susodichos unos zapatitos horteras como ellos solos, blancos también para la ocasión: la Marmopi en su pureza más absoluta.


Y entonces hoy he recordado que, dado que yo odiaba el pelo largo, pues mi querida madre no tenía otra cosa que hacer a diario que cascarme un par de trenzas que para conseguir que no estuvieran chuchurrías precisaba meterme unos tirones de pelo que pa qué las prisas, le dije al día siguiente de tomar aquella hostia y de hacer la comunión que yo quería tener el pelo de los chicos: lo más corto que se pudiera. Y así lo hizo mi madre y me llevó a que me pelaran. Y me pelaron. Y yo era la chiquilla más feliz, pues por fin me despedí de los tirones de pelos de todas las mañanas antes de ir al colegio y de verme como si fuera lela con aquellas dos trenzas feas de narices que odié de siempre aunque jamás me atreví a confesarlo.

Y como mis padres se habían gastado un ojo de la cara y parte del otro en pagar el convite por todo lo alto como si de una boda se tratase, celebrado el evento en el Paraíso, restaurante del parque del mismo nombre en mi barrio de Simancas, en el que incluso sobre la tarta, casi lo mismo, de bodorrio, había una muñequita vestida de comunión, monísima también, no pudieron pagar en aquel momento también a un fotógrafo que le hiciera a la niña las fotos de comunión como era debido, salvo unas pocas que conserva mi madre, que si un besito a ella, que si otro a mi padre, que si con los abuelos… pero pocas más, pues mi madre, días después de cortarme la melena, decidió pagar a un señor para que sacara a la criaturita, que era yo para más señas, vestidita otra vez de comunión. Pero mi pelo rapado no servía. Así que hubo que colocar a la niña de marras (otra vez yo), no sé cómo realmente, los jodidos tirabuzones que mi madre había guardado a buen recaudo en una caja. Pelos en una caja… a mí me suena fatal, pero a ella le encantaba aquello.

Y como el evento de la comunión a mí me pareció una auténtica chorrada, pues apuntaba ya maneras de no gustarme para nada la religión ni lo que ella trae y lleva, decidí muy pronto que si algún día tenía hijos no se bautizarían ni harían la comunión, salvo que ellos tuvieran claro y por convencimiento propio que quisieran hacerla. Y mis hijas han salido a sus padres en eso, afortunadamente. No tuve ni que hacerles tirabuzones, ni que comprarles una Nancy monja con su crucifijo de madera colgado al cuello, ni que machacarlas con la sesión de fotitos. Y mira, de momento no las ha castigado nadie. Ni que yo me entere.

2 comentarios:

uxue dijo...

Qué lejana queda la comunión... entonces no existían los videos ni se grababa, sólo eran las fotos, la mía en blanco y negro y con el pelo rapado también, si no es por el vestido habría pasado por chico fácilmentey qué carita de asustada tenía a los 6 añitos que la hice, pues ni sabía qué estaba haciendo.

Bien está el recordar y mejor el dejar decidir a los demás si quieren o no hacer la comunión, entonces era impensable esta opción pues nos excomulgaban, pero ahora, por suerte, se puede elegir.
Un besote

Marmopi dijo...

Pues sí, Uxue. Por fortuna los tiempos han cambiado y hay libertad para optar por lo que a cada uno le conviene. Antes ni pensarlo. Y nos tocó la época. A mí de todo aquello, con lo único que me quedo es con el recuerdo. No tiene mayor significado para mí.

Un beso, guapísima

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