Rrrrr, Rrrrrr, Rrrrrrr

viernes, 4 de marzo de 2011

Opinad sobre ésto, por favor

Chicos, necesito opiniones sinceras sobre lo que váis a leer porque es para presentarme a un concurso literario en el que sé que no tengo nada qué hacer, pero es que me hace ilusión. Por favor os pido... si veis cosas mal escritas, que os suenen fatal o si os pareciera que es una castaña pilonga todo ello en general, decídmelo, que para eso os lo pongo aquí, para conocer lo que pensáis, que sois expertos en la materia ;-). Ahí os va. Igual se os hace cansino y largo, pero es que tiene que ocupar una serie de páginas y es lo que hay. Espero vuestras opiniones. No vale decirme que os gusta y que está bien porque me queráis mucho. No, eso no me vale. Queredme pero diciéndome las cosas bien claritas, que os lo agradeceré enormemente.



Recibió la llamada de un amigo aquella mañana de lunes. Le pilló medio desprevenida su pregunta:


-¿Has pensado en presentarte al concurso literario?

-¿Yo? Pero si no sé escribir.

-¿Cómo que no? Tienes un blog y no lo haces nada mal.

-Ya. Pero yo escribo en mi blog tonterías, cosas que se me ocurren. Cosas que me ocurren, más bien. De hecho, siento muchísima envidia por la gente que realmente sabe contar cosas, que plasma para todos lo que pasa por su cabeza en un momento determinado. Yo no soy así, no sé hacerlo, mis recursos son de lo más escasos.

-Entra y mira las bases. Perder, no vas a perder nada. Si no pruebas, nunca sabrás si eres capaz de contar y de hacer sentir algo en los demás.

Y empezó a pensarlo incluso con ilusión. Sería sólo una prueba. Total, lo más que podría pasarle es que se quedara como estaba. Así que enganchó su portátil y se lió a dar a las teclas del mismo aún sin tener ni medio claro de qué iba a ponerse a hablar, qué quería escribir para los que tuvieran que leer los trabajos presentados al concurso.

De hecho, pensó, que lo único que sabía hacer era hablar de ella misma. Para eso utilizaba su blog. ¿Por qué no seguir con eso a lo que estaba acostumbrada, pero para el certamen literario?. Y pensó en un dicho conocido: “la curiosidad mató al gato”. Ella no era gata. Bueno, un poco sí, pues madrileña sí era. Y era muy curiosa. Esperaba que iniciarse en ese lío no la mataría. Entonces lo tuvo claro. Decidió que no se quería quedar con las ganas de intentarlo. Sería su primera vez y siempre las primeras experiencias marcan. A saber con qué marca saldría de ésta…

Escasos recuerdos tenía de su existencia en general. Algún hecho concreto grabado con sangre, que por muchos años que pasaran, ahí estaba, escondidito en un rincón de su memoria, en el que ella denominaba cariñosamente “el rincón de aquello que no se olvida”.

Tuvo una infancia… diría que como la de todos los niños. La pasó jugando con los vecinitos de su edad en su barrio de siempre: Simancas. Por aquel entonces, los mayores cuidaban de los pequeños e incluso disfrutaban de ese papel protector. Recordaba con muchísimo cariño y añoranza a la par cuando las madres inflaban a pleno pulmón aquellas barquitas de goma al sol del verano, bien de mañana, para que luego, cuando el agua ya estaba templadita, los pequeñajos como ella se dieran sus buenos chapuzones entre grito y grito y risa y risa.

Otro de sus recuerdos imborrables eran sus profesoras en el colegio del barrio (Felisa y Mª Ángeles (de Puertollano esta última) en especial), colegio de niñas el suyo, que en edificio aparte lo era de niños. Y los quesitos o los briks de leche pequeñitos en la hora de los recreos: Señores que con sus furgonetas llenas y a la puerta del colegio procedían al reparto cotidiano de tan ricos alimentos que quizás en casa escaseaban un poco más de lo debido. O cuando comían de los árboles las florecillas blancas a las que llamaban “pan y quesito” en primavera y que les sabían a gloria bendita.

Y el saber la hora y tener un reloj suyo para ella sola, sin ser heredado de sus hermanos, apenas con cuatro años, porque la niña despuntaba en saber qué marcaban las agujas de los relojes. Y aquello le hacía sentirse enormemente orgullosa de sí misma, porque conocía la hora mucho mejor que cualquier amiguita suya de seis años.

Y de ser la niña pizpireta y graciosa contando chistes cuando iba con sus padres al cortijo de los tíos y allí se la rifaban unos y otros vecinos. Hay que ver “La Marisina” lo “salá” que es. Ven y cuéntanos el chiste del perro “Mis tetas” o vuelve a contarnos lo de tu comunión y el vestido de tu madre. Ahí la gracia no estaba en ningún chiste: es que cuando le preguntaban por el vestido que se había puesto su madre en la boda de su hermana, la contestación suya siempre fue la verídica y no otra. Su madre se puso el vestido de su comunión. Y estallaban en risas aquellos mayores y ella no entendía en ese momento porqué, aunque sí lo entendió tiempo después. Ella se refería a que su madre se puso el mismo vestido que usó cuando ella hizo la comunión. ¡Habría estado su madre guapa en la boda de su hermana con el vestidito blanco de florecillas nacaradas en tonos rosados y la coronita en el pelo…!

O de cuando se cayó, también en el cortijo, sobre una chumbera y le estuvieron quitando pinchos de los higos chumbos por un rato que a ella se le hizo un mundo. Para colmo la habían embadurnado de tierra, pues los lugareños decían que así salían mucho mejor los pinchos de los chumbos. Otra cosa que no se le ocurriría nunca olvidar: que si alguna vez pasaba cerca de una chumbera, miraría muy bien dónde ponía los pies, porque volver a caerse otra vez sobre una chumbera es lo último que haría en esta vida.

O de cuando se enamoró de un caballo. Y de eso estaba segura (lo estuvo siempre), igual que estaba convencida de que el animal se enamoró de ella. También fue en aquel cortijo que con tantísimo cariño rememoraba: Las Majadas, en Granada. Ella no le quitaba ojo al caballo y él a la niña no la dejaba sola. Igual que le pasó años después con su primer novio, hasta que la dejó plantada por otra.

Y del pánico que sintió siempre por los cerdos (hay que ver lo que le gustaba ahora el jamón…). Era sacarlos de su cochiquera y tardaba en subirse a una piedra en menos de lo que tarda en persignarse un cura loco, que diría su madre.

Y de ver nacer los conejillos o las cabritillas. Y de saltar tras ellas como si fuese una ídem. E incluso de aprender uno de aquellos veranos a hacer queso. Ella sola hizo un queso que sabía a gloria; por supuesto, ayudada por una de sus primas mayores.

Y de ir al riachuelo (de los huevos pochos le colocó de nombre desde que lo conoció, porque ese era el nauseabundo olor que desprendía) a lavar la ropa o a limpiar los cacharros de la comida. Y de estar un día lavando ropa con sus primas al pie del riachuelillo y llegar una vaca y llevar ella, para más inri, una camisetita roja y aquella vaca salirle detrás… Y pies para qué os quiero, correr y correr y subirse a un árbol. Y sus primas espantando al bicho para que ella pudiera bajar del árbol y volver a su estado natural, que por muy mona que fuera, no era su sitio el de las ramas.

O de cuando lió a su madre para ir al Barrio de la Concepción a por un perrito que anunciaban en un programa de radio: se lo habían encontrado unos señores de allí y estaba el animalito loco porque alguien lo adoptara. Y allá que se fueron las dos, ella y su madre, santa donde las hubiera (su madre) a por el cachorrillo. Y cuando subieron a aquel piso y observaron que el cachorrete era un chucho bien adulto y con aspecto de medio pulgoso. Se lo llevaron a casa y todas las noches, metido bajo una de las sillas de la cocina, sacaba su “aparatejo” y se lo lamía y relamía ante las voces de su madre. La niña no entendía muy bien qué pasaba, aunque tiempo después lo tuvo muy claro: Que andaba el perro necesitado de cariñito de alguna de su especie.

Otra de las cosas que no olvidaría jamás era cuando su madre la llevaba con ella al trabajo: la basílica de Atocha, donde planchaba ropa, no se sabía si de los curas, si de las camas de los curas, o de qué concretamente. Y la basílica aquella estaba plagada de ratones. Su madre y sus compañeras planchaban y la niña gritaba como una posesa y se subía a una silla, de la misma guisa que cuando andaban cerca suyo los cerdos del cortijo, porque había hecho su aparición algún ratoncillo. Y su madre, escoba (de las de antes, de las verdaderas) en mano, se liaba a escobazo limpio con el bichillo aquel para que Marisina pudiera bajarse de la silla y tranquilizarse. Y ya una vez el ratón aplastado y con la apariencia de una torta de harina, la niña se bajaba y a seguir jugando, que era para lo que estaba.

O de cuando le dio por echarse novios sordomudos. Pudiera parecer que estuvo con unos y con otros como si lo suyo fuera puro vicio. No era eso; era que tenía al lado de su casa un colegio de educación especial, especializado (valga la redundancia) en chicos y chicas que ni oían ni articulaban palabra. Y ellos, los chicos, se ponían en una verja por donde ella pasaba a diario y siendo muy enamoradiza y tonta por aquel entonces (cosa de la que no se ha mejorado mucho, la verdad), comenzó a tener relación con algunos, terminando la cosa, a veces, en idilio, que poco le duraba, ciertamente. Y con ellos aprendió un poco de lengua de signos, pensando incluso en dedicarse a eso cuando fuera mayor, aunque finalmente aquello no se quedó en “su rincón de las cosas que no se olvidan” y lo olvidó.

O ya siendo algo más mayor y en plenas vacaciones en un pueblo de Málaga que se echó un medio novio de allí al que cogió tanto cariño (recíproco, por supuesto) que al marcharse de Torre del Mar para el pueblo de su padre, ni corta ni perezosa, aquella primera noche lejos de su queridísimo novio estival, saltó la valla de la pensión donde pasaba la noche con sus padres (estos en una habitación), una amiga y su sobrina (habitación que Marisina compartía con estas dos), para escapar unos cuarenta kilómetros más allá haciendo auto-stop con todo conductor que quisiera irla acercando al lugar donde se encontraba su amado, llegando allí con más miedo que vergüenza, porque no todos los que la pararon eran señores normales, no, que algunos le pidieron algún precio por el viaje, que por fortuna no llegó nunca a tener que pagar.

Y después de llorar y llorar junto a su idolatrado malagueño en una discoteca en la que sonaba casualmente el “Only you” y habiéndose jurado amor eterno (juramento que jamás se cumplió) entre una lágrima que iba y otra que venía amén de los restregones de mocos en la manga (cada uno en la suya) fue llevada por el primo del malagueño de nuevo al pueblo donde sus padres dormían como ceporros, sin llegarse a enterar nunca de las gracias de que su hija fue capaz por el amor de un andaluz, que para más señas tenía una madre que encalaba casas de día para por las noches venderse a cualquier necesitado con el fin de sacar adelante a sus dos hijos, pues el padre de las criaturas se debió ir a comprar tabaco en su día y no había localizado aún el estanco.

Todo esto que os acaba esta mujer de contar ni ella sabe si llegará a algún sitio, pero lo cierto es que se lo ha pasado estupendamente recordando cositas de antaño, que aún sin haber olvidado y bien guardaditas en su cerebro que siguen todas ellas, incluido el novio malagueño, no suele sacar a la luz y airear como hoy está haciendo aquí para presentarlo a este concurso literario. Es consciente de que no ganará nada, pues ni sabe escribir ni lo pretende. Pero, al menos, mientras escribía su relato, ha sonreído muchas veces, sirviéndole sobre todo para reírse de ella misma, que es, en definitiva, lo que debería practicar todo el personal a diario. Si no se sabe uno reír de sí mismo, malamente le va a ir por la vida. Y como la vida no es nada fácil, con una sonrisa en los labios, quizá se haga más llevadera y divertida.

Quiere agradecer al amigo que le animó a escribir. Y sobre todo, da gracias a su memoria, a esa poquitita que le queda, que aún sabe guardar bien, por fortuna, esto que hoy os ha relatado: trocitos de su niñez y de su adolescencia. Si algún día desaparecen esos poquitos restos, quedará este archivo, si es que no se olvida de sacarlo en papel, que esa será otra, para que, si por casualidad tiene nietos, sepan qué hacía su abuela cuando era como ellos - que lo fue- a pesar del tiempo transcurrido y de las arrugas que en su piel se habrán ido marcando, entre otras cosas, por lo que se supo reír de sí misma.

14 comentarios:

Eusebio Gómez dijo...

Pues vamos a ello, oye...

Tu amigo tenía mucha razón cuando te animó a escribir algo más extenso, la prueba está en este bonito relato. A mi me gusta, y no me puede el cariño, es que creo que está bastante bien.

Pero como se trata de incordiarte un poco pues te diría que donde dices "...hacer sentir algo en los demás" yo pondría "..hacer sentir algo a los demás". Pero ya te digo, solo es por incordiar...
Y cuando hablas de Felisa y Mª Ángeles, que lo pones entre paréntesis, lo de "Puertollano, esta última" yo lo pondría entre guiones, porque se ven demasiados paréntesis; pero ya sabes que yo no soy ningún experto ni nada de eso.

Pues eso es todo, de momento...
Y enhorabuena por el relato, querida, está muy bien, de verdad.

Besos.

Marmopi dijo...

Oído cocina, Eusebio. Y tienes más razón que un santo. El cambiazo a las cositas que me vayáis diciendo se lo daré cuando ya me hayáis dicho todo lo que me tengáis que decir. Pero tomo nota, que para eso tengo un cuadernillo estupendo para cuando no me funciona "el rincón de las cosas que no se olvidan".
¡Gracias, corazón! Que tengas un buenísimo fin de semana. Muackssss

Lola Romero Gil dijo...

Ummh...,te falta una cosa, y no me privo:

Al final, añade una linea en la que diga algo así:

"Y lo bien que se lo va a pasar esta mujer, enviando el relato al concurso, pase lo que pase, porque, ¡ya ha ganado!".

¿Mentiendes?,¡hazlo ya,Mari, y pal Ayuntamiento!

Besotes y te llamo pal otro asunto que me traes loka perdia

Marmopi dijo...

Eusebio, tú no te chives, que si pongo lo que dice Atlan no es de mi cosecha sino de la suya, jajaja.
Yo sigo tomando nota, no preocuparse. Y después de todo, Lola Atlan, tienes razón, esta mujer algo ha ganado ya... un poco de ilusión por hacer algo que no ha hecho nunca. Y los amigos, que esos hay que seguírselos ganando pase lo que pase. Gracias, resalá. Voy a llamarte yo por lo otro, que te veo hecha un lío :-)

uxue dijo...

Hola escritora

En menudo lío te has metido pidiendo opinión al personal.
Yo, en mi vena de maestra, seré benévola y me contendré con las correcciones, que de la que empiezo no termino.
Concuerdo con Eusebio con lo de los paréntesis seguidos, pues es lo primero que me llamó la atención, pondría entre guiones o entre comas y dejar sólo un paréntesis.

Pones también esto: "hay que ver lo que le gustaba ahora el jamón…", lo cambiaría por "lo que le gusta" porque gustaba es un tiempo pasado que se contradice con ahora...

Y ya dejo las correcciones que me vas a tomar manía,...

A mí me ha gustado mucho el relato y te animo a mandarlo.

Si hay algo que discrepo algo del escrito, como dice Eusebio también para incordiar un poquito, es que pongas lo que de no ganarás. Yo eso no lo pondría, no tienes que justificarte ante el resultado, no te adelantes a los acontecimientos.
Como puso Atlántida ya eres una ganadora por haberte animado a escribir y aún más lo serás cuando lo mandes.

A ti te ha gustado marmopi’??
Pones que has sonreído mientras escribías, eso es importante.
No te apures por lo que opinen los demás, no le des más vueltas y mándalo, en caliente y sin pensarlo.

Muy buena suerte valiente, ánimo.

Un besote guapa

Marmopi dijo...

Profe Uxue, si por eso os pido vuestra opinión, no por quererme meter en ningún lío, sino por asegurarme de que, al menos, la cosa es pasable.
Sigo anotando también lo tuyo, no creas que no. Al final será como decís, porque claro, si luego lo miro desde vuestro punto de vista, lo veo como vosotros :-)

Gracias, maestra!

minino dijo...

Hermosa historia y peripecia vital, Marmopi... tierna, triste a veces, romántica otras, pero, sobre todo, escrita con el corazón... A veces, la meta es simplemente llegar hasta la salida, y participar... al menos, en los concursos literarios... Cordiales maullidos desde Madrid...

Eduardo dijo...

Me gusta...Mucho, mucho,un pellizquito en el alma....

Estupendo cariño...

Mª Carmen Callado. dijo...

Pues nena, qué esperas para ir dándote cuenta que, como decía Cervantes, no se escribe con las canas -que no tenemos casi-, sino con el intelecto. Pues eso, que de intelecto estás más que bien servida. Y me parece genial que intentes eso del certamen. Siempre me gusta tu forma de narrar la vida que pasa o los recuerdos que se te agolpan...La ironía y el humor que destilas. Me ha gustado. Bien narrado y con la suficiente chispa para que, al menos, si no ganas, te consideres triunfante por saber decir tan bien lo que dices.

El consejo sobre el uso de los paréntesis, anótalo, yo también lo necesito, pero valga en nuestro descargo de sintaxis y otras gaitas, que el teclado no sabe, o puede, poner guión largo, y sólo los que aún somos novatillos, utilizamos, indebidamente, los paréntesis en lugar del guión largo para remarcar lo que guarda relación con el relato...Ay, como me enrollo, pero sé lo que quiero decir, aunque no sepa bien lo que digo...jjeje..

Besos y al concurso, que, como dice el hada Lola, tú ya has ganado.

Marmopi dijo...

Gracias por tu opinión, Minino. Efectivamente, son peripecias mías vitales. Y añoradas algunas.
Un beso grande!

Eduardo, me has dado la idea del título del relato: Pellizquitos del alma. Gracias, sevillano resalao!

Lara, mil gracias por tus palabras amables que siempre animan. Un abrazote, chiqui!

Tendré que presentarme al concurso sin más remedio. A ver si no la lío, ¿verdad, Eusebio? :-)

Unknown dijo...

A mi me ha gustado, me ha resultado agradable la lectura, me ha generado alguna sonrisita. Resumiendo: PRESENTATE AL CONCURSO.
Una pega, por poner alguna: Si yo fuese del jurado, no te elegiría por eso de decir que eres consciente de que no ganarás nada, yo borraría ese trocito o lo cambiaría, pero entonces no sería tu texto original y quizás pierda esencia.
El titulo "Pellizquitos del alma" muy apropiado.

Marmopi dijo...

Gracias, Guada!!! Qué ilu que finalmente hayas podido entrar a decirme cositas. Venga, te haré caso a tí también.
Si al final, va a ser un relato hecho entre todos... Si gano, hacen unas cañitas para tod@s :-)

Anónimo dijo...

Ala, que me quedao pal ultimo....

Me ha gustado...,me ha traído recuerdos casi, casi, igualitos...

Que alguna pirulilla hay por ahí, pues también, pero en este momento es que ya ni me acuerdo de donde estaba...Algo así como el tiempo de un verbo cambiado, pero vamos quesque ni se nota...

Y que ganas, fijo, al menos aquí....

Y a la cañita me apunto...¡¡faltaría mas !!.....

Marmopi dijo...

Piru, pero no por ser último eres peor o no dices cosas importantes. Ahora mismitico me pongo yo a darle un repaso al bicho, aunque le tengo ya mareaico perdío... jjaja

Voy a ir pidiendo unas cañitas y unas tapitas. Pasar p´al fondo caisitiooooooooooooo ;-)

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