Hoy, viendo una de las fotos de nuestra Super Mari, de un bicho repugnante comiéndose a otro que para mí en apariencia es bastante más mono, ella decía que el mono, a pesar de estar medio devorado por el del repelús, no dejaba de mover las patas, me ha venido a la cabezota la imagen que me quedó grabada para siempre de un gato que se comió un gorrión.
Cuando era yo tal que un mico, -cinco o seis años tendría- una inocente y pura criaturita (chispa más o menos como ahora), rubita con rizos, que me acuerdo yo de los buenos tirones de pelo que me atizaba mi madre toditas las mañanas, un mes de agosto, pasando las vacaciones en un cortijo perdido entre montes de Granada, servidora lo pasaba pipa rodeada de bichejos (conejillos, cabras, caballos, cerdos, ovejas, gatos, perros...) y un buen día un primo mío se encontró un gorrioncillo pequeño y me lo trajo para que yo lo cuidara. Y la Tortu con todito su amor le estaba poniendo miguitas de pan mojadas en agua para que el pajarillo comiera cuando de repente asomó por la casa un gato de los tantos que por allí andaban, y tal como entró a aquella casa, la de mis tíos, se lanzó como una mala bestia sobre mi gorrión, abrió la pedazo boca y en un visto y no visto se lo trincó. Yo no me lo podía creer (la inocencia es lo que tiene), mi pobre adoptado piaba y piaba en la panza del minino y yo, como madre suya que era, no podía evitarlo. Ni saborearlo. Pa dentro y ya había merendado. Y yo me quedé con una cara de idiota que no se me ha llegado a quitar, creo :-D
Y sigo sin explicarme porqué me gustan tanto los gatos :-0
2 comentarios:
Dios, que recuerdo mas traumatico, MariTortu...
Ala, piensa en otra cosa mas mejor...
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Eso mismo me pregunto yo. ¿Cómo te pueden gustar los gatos?
Agh!
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