Desde que estamos inmersos en esta crisis siempre pensé que
el oficio del zapatero estaba en declive. De hecho, lo sigo pensando, aunque ya
después de lo que me ha pasado con uno del pueblo donde resido, no sé muy bien
qué pensar. Bueno, creo que sí lo sé. Sacad vuestras conclusiones, que
probablemente serán idénticas a las mías. Os cuento:
Semana pasada,
martes 15 de julio, 18.30 horas
Todavía estoy de vacaciones y tengo un par de sandalias
buenas que me han empezado a hacer daño en la planta porque se les ha despegado
algo del interior. ¿Qué hago? ¿Espero al lunes que ya trabajo y las llevo al
zapatero que conozco o las llevo al de aquí? Bueno, mejor al de aquí y así
estarán antes. Cojo caminito del zapatero en cuestión y le doy mis sandalias. El
hombre las mira, las remira, me empieza
a contar su vida en fascículos coleccionables (no estoy exagerando ni un
poquito), me dice que tiene mucho trabajo, que es que además las tiene que
descoser, pero que bueno, que aunque va a tardar un poco, pues tiene trabajo
para dar y tomar, que hay días que le da la una de la madrugada y que hay
clientes esperando tres meses, que me las apaña, pero que tardará unos días,
que me llama en cuanto las tenga.
Semana pasada, viernes
18 de julio, 10.30 horas
Como sigo de vacaciones y me gusta darme un paseo con la
fresca, decido que a la que subo hacia el pueblo, paso por el zapatero y le
pregunto para cuándo, más o menos, cree que tendrá arregladas mis sandalias.
Mi gozo en un pozo: cerrado.
Presente semana, martes
22 de julio, 11.30 horas
Mi hija tiene que ir a la óptica a hacerse unas gafas
nuevas, pues se le han partido las suyas. Como el camino es el mismo, le digo
si no le importa pasar por el zapatero a preguntar.
Empieza el ir y venir de whatssap entre mi hija y yo:
Mamá, de qué color son. Rojas. Es que tiene una de zapatos
amontonados que pa qué. Dile, por favor, que si va a tardar mucho más, que te
las dé y las llevo al otro zapatero. A ver si me deja, porque lleva media hora
con la señora que entró antes que yo, que la mujer le ha dicho que qué pasa con
sus zapatos, que si aún no los tiene y le ha dicho que espere un poquito que se
los hace en el momento. La madre que le trajo, a ver si hace lo mismo con mis
sandalias. Este tío no deja de hablar y no termina con la mujer, aunque ya
parece que van cortando el rollo. Por
fin, ya ha cogido tus sandalias. Dice que no te ha podido llamar porque
no se ha podido poner aún con ellas con el lío que tiene. Bendito sea, hija,
porque ahora tener trabajo es muy difícil. Que me dice que puedes venir hoy a
por ellas, pero a las nueve de la noche, que las tiene seguro. A ver si voy a
ir y no las va a tener, que yo creo que este hombre es un poco rarito. Nada, le
he vuelto a decir lo de las nueve y dice que sí. Vale, pues dile que a la noche
subo a por ellas.
Presente semana, martes
22 de julio, 21.00 horas
Antes de entrar en la tienda del zapatero, veo que hay cinco
personas lo menos antes que yo. Hago mi correspondiente espera porque ese
hombre no para de hablar y hablar con quien se le ponga por delante. Yo pienso
que no le da tiempo ni a respirar por lo deprisa que habla y por la de cosas
que dice.
Me toca, al fin. Vengo a por unas sandalias rojas. Esta
mañana estuvo aquí mi hija y le dijo usted que viniera a las nueve. Y aquí
estoy.
Sandalias rojas…. ¿Estas?
Sí, justo, esas son.
Pues…. Verás…. Es que la izquierda me ha quedado de
maravilla, pero la derecha no tanto y claro, no te las vas a llevar mal, así
que la he desarmado entera y ya tendrás que venir mañana a por ellas, aunque
claro, te vas de vacaciones y te las querrás llevar. En cuanto estén TE LAS LLEVO YO
A CASA.
No doy crédito y me quedo alucinada. Me hace venir a por
ellas porque van a estar con seguridad y no están; y como ese hombre se ha
sacado de la manga que me voy al día siguiente de vacaciones me las quiere
llevar él a mi casa… Surrealista.
Deja, no te preocupes, mañana vengo a por ellas porque no me
voy de vacaciones aunque quisiera tenerlas ya si fuera posible.
Claro, mujer, mañana ven por la mañana.
Por la mañana no puedo venir porque estoy trabajando, pero
por la tarde sí. ¿A qué hora vengo?
A partir de las cinco que abro cuando quieras.
Estupendo, vengo por la tarde.
Presente semana, miércoles
23 de julio, 19.00 horas
Vuelvo al zapatero. ¿Qué me encuentro? Cerrado.
Menos mal que abría a las cinco.
CONCLUSIÓN: Ya me ha visto el pelo ese señor. Cojo mis
sandalias (si es que consigo que algún día me las tenga arregladas o que tenga
la tienda abierta) y corro.
2 comentarios:
Solo hay una respuesta a todo eso, el zapatero quiere tema contigo.
Saludos
Lo que me faltaba jajajaaaa
Saluditos. Pronto paso por tu blog
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