Decía yo esta mañana cuando me levanté si no se me habría
volado algo. Me asomé por la ventana a oscuras y me pareció seguir viendo en
pie la farolilla e incluso el pruno del jardín. Parece que todo está en orden,
me he dicho, aunque puede que los desperfectos los vea cuando vuelva. Con lo
que ha zumbado y sigue zumbando el viento por el centro de la península, probablemente
algo encontraré que no esté en su sitio. Lo mismo hasta la casa ha empezado a
subir con los gatos dentro cuando nos hemos ido y está allá por el Levante
mismamente.
Da hoy la sensación de que si levantas los brazos te puedes
poner a planear por encima de los edificios, cosa que por otro lado me gustaría,
no por ser deporte de riesgo sino por ver todo desde allí arriba.
El día, antes de amanecer estaba totalmente despejado. Como
para no estarlo, si las nubes no sé muy bien dónde habrían ido a parar… Aunque
claro, con tantísimo viento, unas se fueron pero otras llegaron. El cielo está
blanco ahora mismo y la sensación de rasca pelona es de bigotes.
Miedo me da salir a la calle, no ya por echar a volar, sino
por si algo vuela y me cae encima. Hoy es día de no moverse, de coger una
mantita y echártela por encima y sillón ball total.
Sabía que las casas las hacen como de papel, que las paredes
escuchan y de paso te traen a ti lo que han oído por si quieras o no te apetece
enterarte, pero es que igual de maravillosamente están puestas las ventanas. Lo
que entra por la junta de las cuerdas de las persianas no tiene nombre tampoco.
Colocas pegadito a ello un chorizo a orear y lo tienes para trincártelo en un santiamén.
Primero fue Dirk, luego Okka, después vino Petra, apareció
después Qumaira; se fue ésta y llegó Ruth para a su ida dar paso a Stephanie,
que manda huevos que hasta las borrascas tengan nombres. Sus partidas de
bautismo se gestionan desde la Universidad
Libre de Berlín. Pero es que resulta que hasta se las puede
apadrinar, que ya son ganas de pagar entre 199 y 299 euros por ser el padrino o
la madrina de algo con tan mala leche como las borrascas. Lo mismo queda
estupendo apadrinar algo así y que te den un certificado con la fecha de nacimiento
de tu fenómeno atmosférico apadrinado y la historia de su vida. Y luego vas y
le pones un marquito y lo cuelgas junto al cuadro de la foto de tu boda o de los niños en el parque de atracciones y te
cagas lo rebién que queda.
2 comentarios:
Yo me puse de muy mala leche cuando le pusieron mi nombre a una borrasca, manda narices, oye... ¡¡jajaja!!
Jajajajaja!!!! Eso es que eres como un terremotoooooo.
Guapaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Publicar un comentario