... que va para cinco meses que no estás con nosotros. Y hoy,
después de ese tiempo, quisiera hablar contigo aunque ya no te tenga. Están siendo cinco meses de pena y de sentimientos amargos.
No es que sienta culpa por pensar que no hice lo que debía por ti -no me
reprocho nada- salvo saber que cuando ya decidiste que querías dejarnos no
estuve contigo; me operaron dos días antes, ¿te acuerdas?. Luego, en algún
momento de lucidez preguntabas a mi marido por mí porque yo no había ido a
verte al hospital y querías saber si había tenido niño o niña. Pobre mío, tu
cabeza ya estaba casi ida con tanto calmante para que tu enfermedad no te
siguiera haciendo más daño. Lo que más siento es que había veces en que te
dabas cuenta de que algo en ella no iba bien y preguntabas qué te estaban
haciendo para estar así si tu cerebro funcionaba bien cuando llegaste allí.
¿Sabes cuál es una de las cosas que más tengo presente? Cuando
te acompañé la última vez a urgencias días antes de mi operación porque estabas
ya muy malito y llorabas porque no querías seguir viviendo y rogabas a dios que
te llevara con él y me decías que por qué estábamos siendo tan buenos contigo si
no lo merecías y llorabas por mis hijas y hablabas del daño que les habías
hecho. Ellas tampoco estaban aquí cuando se te acabaron las ganas de vivir. ¿Te
acuerdas que se habían ido a Irlanda un mes de voluntarias a dos granjas? Yo te
lo contaba y tú unas veces parecías darte cuenta y otras te quedabas absorto,
con la mirada ida del todo y tus cansados ojitos vidriosos, como oyéndome, pero sin escuchar lo que te decía. A
ellas, a mis hijas, no les contamos la verdad hasta que no volvieron de
Irlanda; preguntaban por ti cada vez que hablábamos con ellas y siempre les
decíamos que estabas más o menos igual, incluso mejor a veces, porque no
queríamos que sufrieran desde allí, tan lejos, si sabían que estabas empeorando
a pasos agigantados y que tu fin estaba muy próximo. Fue muy difícil seguir
hablándoles de ti cuando ya no estabas, pero no nos quedó más remedio que tenerlas engañadas. Lo
comprendieron, aunque al principio les costó y nos reprocharon no haberles dicho
la verdad desde el primer momento.
Ayer saqué los papeles de hospitales, de medicaciones, de
solicitudes de dependencia o de residencia de mayores que, como tú bien decías,
no iban a servir para nada, que te morirías antes de que tuviéramos noticias, tu D.N.I., tus carterillas del abono-transporte, tu
reloj… Tiré todos los papelotes, incluidos los innumerables informes médicos. Total, ahora ya no sufres; no vas a tener que volver a pasar por más pruebas médicas ni
volverán a darte todas esas pastillas de las que te quejabas siempre porque te
guarreaban el estómago. Llevo conmigo siempre tu monederillo negro, aquel en el que te gustaba meter la calderilla; guardo en
él las llaves de la oficina y ya no se me pierden por el bolso.
Pero lo más importante de todo, aunque lo esté pasando un poco mal, es que a diario
me acuerdo de ti y sigues con nosotros. Necesito que lo sepas, tío Carlos. Te envío un beso grandísimo que espero recibas con todo el cariño y la fuerza con que yo te lo mando.
6 comentarios:
Si hay alguna conexión con el otro plano de existencia, seguro que le ha llegado tu mensaje. !Muy emotivo!
Saludos!
Eso espero, Manu. Yo, al menos, ya que no pude decirle todo esto en vida, quiero hacérselo llegar para que sepa que, ante todo, le queríamos.
Un beso fuerte y muchas gracias por estar ahí
Un besazo muy grande, me has emocionado, corazón.
Espero que él haya sentido lo mismo, María. Con ese afán se lo quise escribir según me iban viniendo las palabras a la cabeza.
Un beso enorme para tí y muchas gracias por comentar. Esta entrada es de las que me toca en lo más profundo
Las cartas a un ser querido son palabras de papel. Pueden volar, al hacerlas pedazos y lanzarlas al viento; o a esos sitios donde ellos más gustaban visitar. Porque las letras son deseos y éstos tienen fuerza para llegar a tu ser querido. Quizá tu tio ya te ha leído...Mirándote, sentado, frente a tí, mientras dabas salida a los sentimientos...
Un abrazo grande niña.
Buenos días, Carmen. Mil gracias por venir por aquí un ratito. No tengo café ni pastas que ofrecerte, pero me encanta que vengas.
Un abrazo grande, niña
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